Según esto, el cerebro humano se ha desarrollado (igual que las plumas del pavo real) para atraer al sexo opuesto.
La teoría dice que las féminas han desarrollado sistemas que esconden el Oestrus (o sea, los signos aparentes de la ovulación) para que los machos se queden cerca aun cuando estas no son fértiles. A fin de cuentas, somos animales y nuestro cerebro siempre buscara a las hembras que están en posibilidad de reproducirse. Si lo supiéramos, dice la teoría, los hombres nos iríamos a cazar en búsqueda de hembras fértiles cuando la “nuestra” no lo sea porque en esos momentos una infidelidad de ella no resultaría en “crías”.
Imaginen una carrera armamentista entre hombres y mujeres (los hombres seriamos gringos si me preguntan a mi ya que tenemos los “misiles”) las mujeres luchan por esconder estos síntomas y el hombre para encontrarlos. No es tanto una carrera armamentista sino más bien un imponente juego de “escondidillas”.
El estudio se llevo a cabo en un table dance de Albuquerque, Nuevo México (tenían que ser gringos) en donde se recluto a una docena de “damas”. La mitad utilizaban pastillas anticonceptivas y por ende no podían quedarse embarazadas, la otra mitad no. Resulta que las que no toman pastillas ganaban en promedio $335 la noche (mucho más que algunos de mis cuates de maestría) cuando estaban en su periodo fértil contra $185 durante su periodo. Este último era muy similar a lo que ganaban las que utilizaban la pastilla a lo largo de todo el mes.
Hay varios resultados que podemos sacar de esto; la evolución ha dotado a la mujer de maneras de esconder su periodo fértil pero ha ayudad más al hombre a detectarlo y por otro lado, las mujeres son más atractivas (según esto) cuando son más fértiles.
Ya lo saben, si le van a entrar al business del tubo ya saben, dejen a un lado la pastilla.
Saludos
PS: el articulo no es de Playboy o alguna de esas, se llama “Hidden charms” y apareció en The Economist, Octubre 13, pp 96
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